Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), una de cada siete personas en el mundo sufren hambre. Es un dato que lamentablemente no inmuta a muchos, pues son bien conocidos los problemas de falta de alimentos alrededor del mundo, especialmente en algunas zonas en conflicto de África.
Sin embargo, la misma FAO menciona datos totalmente contrastantes con la situación, pues se estima que hoy día se produce la comida suficiente para alimentar 12,000 millones de personas, siendo que en el planeta habitamos 7,000 millones. Entonces, ¿en dónde esta el problema?, ¿porqué hay tanta gente muriendo de inanición?
Para responder a dichas preguntas habría que formular muchas más: ¿quiénes controlan los recursos naturales que permiten la producción de comida? y ¿a quiénes benefician las políticas agrícolas y alimentarias? serían algunas de las más importantes. Sobre todo, hay que ser consientes de que las causas del hambre son políticas.
El problema no es la producción sino la distribución.
Es triste mencionarlo, pero los alimentos se han convertido en una mercancía, que tiene por objetivo ser comercializada para generar ganancias, por lo que su función principal, alimentación, es relegada a un segundo plano. Pero la clave para entender para quién y para qué se produce es el control de los recursos naturales.
Es bien conocido por todos que el precio de los alimentos va en constante ascenso, pero muy pocos se preguntan cuales son las razones de dicha escalada. Una de las causas principales es la especulación financiera que se lleva a cabo con las materias primas alimentarias. Siendo objetivos, los precios de los alimentos se determinan en las Bolsas de Valores.
Se estima que un 75% de la inversión financiera en el sector agrícola es de carácter especulativo, es decir, se compran y venden materias primas con el objetivo de hacer negocio, lo que al final repercute en aumentos en los precios. De esta manera unas cuantas personas se enriquecen mientras muchas más pagan las consecuencias.
Desde los años sesenta la producción de alimentos se ha triplicado, mientras que la población solo se ha duplicado, quiere decir que no es un problema de producción, si no de distribución. Olivier de Schutter, relator de la ONU para el derecho a la alimentación, dijo: “El hambre es un problema político. Es una cuestión de justicia social y políticas de redistribución”
Acabar con el hambre en el mundo implicaría modernizar urgentemente las políticas agrícolas y alimentarias, para que prioricen a las personas y sus necesidades. Una utopía quizás, pues el dinero que mueve la agricultura es tanto que los intereses en juego son demasiados y muy poderosos.
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