Se estima que actualmente solo el 2% de la manzana que se consume en Estados Unidos se hace en forma troceada. Esto es así porque la manzana es una fruta que se oxida muy rápido. Basta partir una por la mitad para que en poco tiempo aparezca una coloración marrona, causada por la polifenol oxidasa (PPO).
Inhibir la PPO fue el objetivo de Neil Carter, un ingeniero agrónomo que fundó la empresa Okanagan Specialty Fruits. La empresa, de apenas 7 empleados, requirió de 18 años y unos 10 millones de dólares para lograr la variedad Artic de manzanas. Actualmente la variedad acaba de ser aprobada por la FDA para su comercialización.
Ahora bien, 10 millones de dólares son toda una ganga en lo que se refiere a modificar genéticamente una planta. De hecho, se estima que crear y comercializar una variedad genéticamente modificada requiere un promedio de 130 millones de dólares. Es por ello que solo las grandes empresas suelen hacerlo.
Y el gigante en esto es Monsanto, que es dueña de más de la mitad de las 112 variedades modificadas genéticamente que han sido aprobadas hasta ahora por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos. ¿Entonces como le hizo Carter para desarrollar su variedad con tan baja inversión?
Carter utilizó lo que se conoce como silenciamiento genético, técnica que apenas estaba en desarrollo en 1990, mismo año en que investigadores australianos descubrieron que la PPO es la que causa el oxidamiento de las manzanas. Y se ahorro mucho dinero subcontratando labores específicas, como el secuenciamiento genético. Además busco la forma de entrar a las exenciones fiscales.
Sin embargo, su negocio a escala pequeña dejó de serle suficiente, pues de las 18,000 hectáreas de manzana que hay en Estados Unidos, solo 20 estaban plantadas con manzana ártica. Por esta razón vendió su variedad por 33 millones de dólares a Intrexon, una empresa de biotecnología con la capacidad suficiente para expandir la variedad.
Vía | MIT Technology Review
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